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Con el inicio del ciclo escolar siempre se experimenta una serie de diversas emociones. Por un
lado, la emoción positiva de un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de hacer, de ser y de dar;
por el otro, la incertidumbre de lo desconocido, en este ciclo más que en otros. La pregunta es
¿Volverá todo a ser como antes? ¿O habremos cambiado lo suficiente como para reconocernos
desde otro lugar como sujetos más cercanos, compasivos con el otro y conscientes de nuestra
fragilidad?


¿Qué encontrarán las y los docentes? Estudiantes desfasados, rezagados, desmotivados u otras y
otros que sí avanzaron en su aprendizaje, que están motivados a seguir, que tuvieron apoyo; otras
y otros más tendrán dudas acerca de lo que aprendieron sus estudiantes, inseguridad en los
procesos pedagógicos actuales y las nuevas propuestas.


¿Qué encontrarán las y los estudiantes? Bajas o nulas expectativas sobre el mundo y un futuro
amenazante. Inseguridad ante los nuevos retos, miedo a enfrentar un nuevo ciclo sin haber
consolidado los aprendizajes previos; otras y otros más, seguridad de que lo están haciendo bien.
Tal vez encontrarán docentes comprometidos y comprensivos, ambientes de aprendizaje
favorables y recursos didácticos acordes a sus necesidades, libros de texto claros, con una
metodología actual, con imágenes que ayudan a la comprensión de los conceptos o
procedimientos.


Ante este panorama es claro que no podemos seguir haciendo lo que hacíamos en otros ciclos
escolares y actuar como si nada hubiera pasado. No podemos regresar a las viejas prácticas,
debemos replantearnos nuestros fundamentos y ajustarlos a los cambios del mundo como lo
conocemos ahora. Nosotros mismos experimentamos nuevos aprendizajes que ni siquiera
imaginábamos que adquiriríamos en un tiempo récord.


Para poder iniciar estos cambios debemos reflexionar sobre nuestro quehacer docente y, hoy más
que nunca, empezar por conocer qué saben las y los estudiantes, para que a partir de esos
conocimientos previos podamos elaborar, en consecuencia, la hoja de ruta que nos llevará a todos
a buen puerto.


Entonces, ¿cómo dinamizar las evaluaciones diagnósticas?, ¿cómo sabremos más acerca de lo que
saben y lo que no?, ¿cómo podemos conocer el estado socioemocional de las y los estudiantes?


Lo ideal es contar con un diagnóstico personalizado que nos permita conocer el grado de
apropiación de los conocimientos, las habilidades y las actitudes de cada estudiante; no solo del
grado cursado, sino de grados anteriores en los que, por las razones que ya todos conocemos, no
pudieron completar el proceso de enseñanza-aprendizaje de manera idónea.


En virtud de lo anterior, y con un criterio de realidad, sabemos que personalizar las evaluaciones
es una tarea difícil por la cantidad de estudiantes en cada grupo, por los tiempos, etc. Por lo tanto,
un gran desafío es aplicar evaluaciones diagnósticas que permitan que sus resultados fortalezcan
los procesos de enseñanza- aprendizaje y reduzcan las brechas de aprendizaje que se presentan en
cada contexto.

Sobre las evaluaciones diagnósticas
Para empezar, diremos que las evaluaciones diagnósticas:
 Parten de una selección de los aprendizajes esenciales, es decir aquellos que se consideran
indispensables para la adquisición de aprendizajes más complejos y con ello continuar el
trayecto educativo con mayores probabilidades de éxito.
 No se reducen a identificar la presencia o ausencia de algún fragmento de información
para determinar una calificación o registro.
 Permiten identificar los errores más frecuentes en los aprendizajes, tanto en lo individual
como en lo grupal, para elaborar planes remediales.
 Posibilitan analizar los resultados obtenidos para la adecuada toma de decisiones y
realizar la ruta a seguir, ya sea esta personalizada o de manera grupal.
Evaluación socioemocional

Además, no podemos dejar de lado un aspecto importantísimo, ya sea por la edad de nuestros
estudiantes, porque se vieron vulnerados durante la pandemia o después, y porque la vida en
grupo y en la escuela es compleja, y requiere habilidades socioemocionales que brinden aptitudes
y actitudes con las que puedan enfrentar los retos que se les presentan.
Evaluar a fondo, a través de la observación, esta área nos va a permitir establecer un buen
ambiente de aprendizaje, detectar problemas ya existentes o futuros, tales como bullying, baja
autoestima, depresión, deserción, etcétera.


¿Qué necesitan las y los estudiantes?
 Necesitan tiempo para:
o Pensar
o Utilizar los conocimientos
o Analizar y rectificar sus respuestas
o Encontrar sentido a los aprendizajes

Así como…
 Compartir con otros
 Qué les reconozcan sus capacidades.
 Jugar, reír y pasarla bien
 Sentirse bien y seguros en todo el entorno escolar
 Que se les brinde libertad y se fomente la responsabilidad.


¿Qué les podemos brindar las y los docentes y directivos?
 Nuestra escucha activa.
 Obseravarlos y reconocer sus necesidades.
 Palabras que los sostengan emocionalmente.